Por Jorge Fontevecchia. Cofundador de Editorial Perfil – CEO de Perfil Network.
El presidente de laboratorios Richmond insiste en sacar de la grieta a la producción local de las vacunas rusas. Para eso, conversó con todos los actores del arco político. Cuenta cómo fue negociar con el laboratorio Gamaleya y el Fondo Ruso de Inversión Directa. Piensa que en el futuro se necesitarán vacunaciones periódicas y que la producción en Argentina permitirá ahorrar los costos del envío. Define como “muy buena” su relación con Hugo Sigman y explica su vínculo con el Gobierno y el kirchnerismo.
Sos el hombre del día, del mes, quizás del año. En la página web de la vacuna Sputnik, el laboratorio Gamaleya explica que es una de las tres vacunas con mayor eficacia del mundo. Se refieren al 91,6% de eficacia; afirman que el costo de la dosis es menor a 10 dólares; que tiene la ventaja de poder ser almacenada entre 2 y 8 grados Celsius, lo que facilita su distribución en las zonas de difícil acceso, contrastando mucho con Pfizer. Finalmente, ¿termina siendo mejor vacuna?
—Los hombres y las mujeres del año son los investigadores, no solo de nuestro laboratorio, sino de la Universidad de Buenos Aires, del Conicet, de la industria farmacéutica. Y no solo de la Argentina, que trabaja mucho y bien, sino del mundo. Desarrollaron vacunas en tiempo récord para enfrentar esta terrible pandemia, este terrible problema. Si Dios quiere, estamos viendo la salida en el hemisferio norte. Tuvo la mala suerte de que le tocó primero. Vemos la luz ahora, la salida del túnel, con el comienzo de la llegada de vacunas en mayor cantidad: las que estaban produciéndose afuera, las que podemos producir ahora, las que vienen terminadas. Respecto a la pregunta de cuál vacuna es mejor, la mejor es la que tenés a mano. Todas las vacunas que están autorizadas en un país o en otro, o en todos los países según el caso. Hay algunas que no se autorizan por la cuestión geopolítica de que falta documentación que llega más tarde. Todas cubren. Esto es palabra de los médicos. No me animo a dar opiniones profesionales médicas. Pero repito conceptos válidos de profesionales. Todas las vacunas evitan el problema grave de la terapia y la muerte. Hay muy pocos casos de problemas graves con vacunas aplicadas, incluso con la primera dosis de las que tienen dos. La mejor vacuna es la que tenemos. La Sputnik es muy buena.
—Una vez que la escasez actual haya concluido y se tenga que elegir por una ecuación entre el costo de distribución, el precio y la eficacia. ¿Sputnik podría ser superior a Pfizer?
—No la compararía con Pfizer. Todas las vacunas deberán ajustar los precios. Son muy caros. Todas, aun las más baratas. Una vacuna no puede costar más de uno o dos dólares la dosis a futuro, cuando esto se normalice. Hoy estamos enfrentados a problemas de escasez de los componentes, incluso los físicos, como los frascos.
“Cuando esto se normalice, las vacunas deberán ser mucho más baratas.”
—Si el costo termina siendo tan insignificante, la distribución pasa a ser más importante que el costo de la vacuna misma.
—Esa es la importancia de tener producción local.
—Debe haber una modificación sustancial entre una vacuna que debe mantenerse a 25 grados bajo cero y otra a temperatura ambiente.
—Estas vacunas, como todos sabemos, se aprobaron muy rápido. No implica que no se hayan tomado las medidas regulatorias. Todos los organismos internacionales de control pusieron el músculo y el foco en la aprobación de las vacunas. Se aceleraron los tiempos. En otra época los expedientes no hubieran pasado la mesa de entrada de un instituto regulatorio mundial. Más adelante se seguirán haciendo adaptaciones a las estabilidades. Podemos llegar a encontrarnos con sorpresas en cuanto al mantenimiento de las vacunas.
—¿Las vacunas empezarán a resistir a cero grados?
—Se están haciendo pruebas de estabilidad. A temperatura ambiente, las vacunas están aguantando mucho más tiempo del que se dice. Lo que pasa es que no se pueden tomar riesgos.
—Tu laboratorio tiene una relación con el laboratorio indio Hetero. ¿Cómo incidió en la alianza con Gamaleya?
—El doctor Partha Reddy dice que es mi tío, “uncle Partha”. Es el dueño del laboratorio Hetero, uno de los laboratorios más grandes de la India. Tiene gran capacidad de desarrollo científico y biotecnológico. Lo conozco desde hace 25 años. Vino a mi casa muchas veces a Buenos Aires. En el Zoom estaba justo debajo de Putin conmigo. Fue a través de ellos nuestra entrada hacia el Fondo de Inversión Ruso primero, y con ellos desarrollamos el proceso que viene después de formulado, filtrado y llenado. Y la fermentación, para lo cual vamos a hacer la nueva planta en el partido de Pilar.
—¿Tu contacto fue a través de los indios y no del gobierno argentino?
—Fue absolutamente a través de Hetero. De hecho, nos llamó para invitarnos a concurrir a Moscú.
—¿Hetero también la fabrica?
—Hetero fermenta. Está fermentando el componente uno hace tiempo. Incluso el componente dos, más complicado de fermentar, porque tiene una reacción más lenta. Están terminando de ajustar la transferencia de tecnología que les hizo Gamaleya para luego pasarnos todo a nosotros.
—¿Por qué se da la paradoja de que India, uno de los países con mayor capacidad de fabricación de medicamentos del mundo, precursor en fabricación de la vacuna de covid-19, sufre tanto la pandemia?
—Lo atribuyo a la locura de este problema, este virus. Desprestigia todo. Cuando hay un médico de prestigio que habla, al poco tiempo termina desautorizado. El doctor Pedro Cahn comentaba que lo que él decía tenía vencimiento a las doce de la noche. India al principio no tuvo tantos problemas. Incluso vacunando no llegó a tiempo. Ojalá que salga, porque nos perjudica mucho. Primero, porque no exportaron vacunas. Muchas de las que esperaba el mundo se producían en India. Pero también producen muchas materias primas farmacéuticas. Son líderes en producción, tanto como en informática como en producción de química, de química básica, de biotecnología. Desarrollamos productos antes de traer a Argentina y con transferencia de tecnología, con ellos allá. Hoy no nos los están pudiendo exportar, aun productos biotecnológicos para oncología, por ejemplo, porque encontraron usos para la pandemia y están cerradas las exportaciones. Vemos una luz en breve. Creo que volverán a abrir.
—India es el país elegido por Estados Unidos para fomentar la competencia con China en Asia. ¿Cómo ves la tensión geopolítica entre Rusia, India y China? En China se fabrica Sputnik, más allá de todas las vacunas chinas.
—Son mercados con potencial y escalas tremendos. Debemos tener una relación muy abierta. Cuando hablaba con las autoridades y con el ministro anterior, a veces nos peleábamos porque traían productos vía el fondo rotatorio. Traían productos de rezago de India que se donaban para los países pobres y luego se aprovechaban, como sobraban, porque tienen tanta escala y producen tanto, y los vendían a otros países. Ahí nos perjudicaban nuestros desarrollos. Te podría contar nuestro objetivo de acceso de los pacientes a los medicamentos y de la baja de los costos escandalosos que hay a nivel mundial de los productos de tratamientos especiales.
—¿Por qué podemos tener una fabricación aquí, cuando por tamaño, tanto geopolíticamente en cuanto a mercado, no pareciera justificado? ¿Hay algo de simpatía geopolítica de Rusia?
—La industria farmacéutica argentina es una de las líderes en Sudamérica. Está muy bien considerada en el mundo.
—¿La industria farmacéutica está por encima del promedio de las de Argentina? ¿Calificaría a una suerte de BRIC de los laboratorios?
—Debemos tener como visión el mercado sudamericano, del sudeste asiático y Europa. No podemos pensar en nuestro pequeño mercado. Tenemos grandes laboratorios que están presentes en todos los países. El primer laboratorio argentino es primero en muchos países de Sudamérica. Hay un nivel superlativo de ciencia en Argentina, de médicos, investigadores. Uno los ve interactuar con la gente de Gamaleya. Política aparte, vemos que estamos a la altura científica. Tenemos grandes individualidades y no podemos formar equipo. Si llegamos a formar equipo, seremos potencia mundial farmacéutica. Ojalá nos vaya mejor como país.
“La mejor vacuna es la que tenés a mano.”
—¿Qué nivel de complejidad tiene el proceso que hacen ahora y la fabricación del principio activo?
—Todo el proceso es muy complicado. Partís de la clonación de una célula. Muchas veces lo hacen empresas especializadas en clonaciones. El fermentado es un proceso. Todo es muy complicado. Luego, se pasa al formulado. Se agregan excipientes o productos químicos para estabilizar. Luego se filtra, después se llena. En toda la escala hay ciencia. En un frasquito lleno cerrado, la analítica para estudiar el producto y validarlo es ciencia también. No es solo ciencia el descubrimiento de una nueva entidad. Todo eso también es ciencia, y muy compleja. Vimos cómo en Argentina se resolvió rápido la cuestión del fermentado.
—Richmond hace una de las dos partes y la segunda el año próximo, y el laboratorio de Sigman hace el principio activo. ¿Qué otros laboratorios argentinos tienen esa capacidad?
—La industria logró estar a la altura. No se produjo desabastecimiento en ninguna farmacia en ningún lugar del país. Eso hizo que todas las plantas se estresaran a fondo en términos de producción. No había plantas disponibles
—¿Se usaban todas para la fabricación de los medicamentos que no eran del coronavirus?
—Exacto. Y en muchos aumentaba el consumo por el coronavirus, por ejemplo anestésicos o productos para intubar o relajantes. La fábrica de vacunas de Biogénesis estaba con la campaña de gripe. Encontramos la capacidad de desactivar toda una planta para aislarla y validarla para la producción de vacunas. Fue un sacrificio económico de todos.
—¿Te puede pasar lo mismo que a Hugo Sigman, que la politización de la grieta con las vacunas termine afectando tu reputación?
—Uno de los temas pendientes de Argentina es cómo podemos establecer una nueva burguesía nacional respetada. Un empresariado que actúe cuando corresponde. Que cree riqueza y dé empleo. Debemos hablar más, comunicar más. Espero que todos entendamos que cambiando el chip, poniendo buena onda, nos va a ir mejor.
—¿Cómo explicarías ese conflicto que hubo entre los laboratorios y Farmacity? ¿Mario Quintana se enfrentó a los laboratorios?
—En los países con cadenas de farmacias que dominan el mercado primero ponen sus propios laboratorios y luego terminan destruyendo la industria. Me pasó a mí. Pero cualquiera que viaje y vaya a un CBS en Estados Unidos y quiera una marca de un producto para la acidez lo puede comprobar. El producto que yo quería, de mi marca, estaba encerrado con llave, y a diez centavos menos que el producto con el mismo componente CBS. Estuve por reloj siete minutos buscando a la persona que lo abriera para sacar el mío. Eso es competencia desleal o un abuso de posición dominante. No digo que Quintana lo hubiera hecho o que Farmacity lo quiera hacer en Argentina. Pero sí hay una puja comercial de poder. Por otro lado, están las farmacias chicas. En cada pueblo, cada ciudad pequeña del interior del país, hay una farmacia. El farmacéutico es el que atiende, con toda la base de su estudio. En el primer contacto con el paciente, el farmacéutico es el que aconseja. En una cadena, el farmacéutico no está presente. En el caso de medicamentos más no es mejor. Dos por uno no está bien.
—¿Por qué la industria de medicamentos en los Estados Unidos puede publicitar y en la Argentina no?
—Es un tema llamativo. No solo hay publicidad, sino que hay mucha publicidad en Estados Unidos. Hay otra cultura en cuanto al médico. La publicidad dice: “Dígale a su médico tal cosa”. Sabemos que si vamos a nuestro médico a decirle esa tal cosa, nos retará. Hay una diferencia cultural. No sabría decir si está bien o está mal. Con la venta libre también acá hay publicidad.
“Hay vacunas que tardan en autorizarse por una cuestión geopolítica.”
Marcelo Figueiras
—Un informe de Cilfa dice que en 2017 “las exportaciones argentinas de medicamentos alcanzaron 744 millones de dólares y mostraron una fuerte caída, pero manteniéndose por sobre su promedio histórico”. ¿Qué sucedió durante 2020?
—Durante la pandemia hubo mucha más demanda, del exterior principalmente. Nos tuvimos que autorregular para no desabastecer el mercado local. Lo hicimos voluntariamente. Eso redundó en una baja de exportaciones.
—El informe de Pharma Biz de 2015 indica que Richmond no ocupaba un lugar entre los veinte primeros laboratorios. Bayer era el primero, Roemmers es el primero entre los argentinos y el segundo en general. Pfizer el sexto. ¿Cuánto creció Richmond en los últimos años?
—Las mediciones las hacemos por nuestra área de influencia, porque el IMS es una publicación que mide la venta en farmacias. En VIH somos líderes. Nos dedicamos a hacer productos nuevos a partir de moléculas conocidas. Hay tres o cuatro moléculas que debe tomar un enfermo que son de distintos laboratorios y nosotros hicimos desarrollos que a veces son muy complicados porque una molécula se come a la otra. Hoy estaremos entre los veinte primeros seguramente: veinte o treinta. Estamos creciendo mucho.
—El periodista Diego Genoud escribió: “Un empresario de enorme experiencia, dueño de una de las fortunas más grandes de la Argentina, le quiso comprar su laboratorio, pero Marcelo Figueiras, que declinó el ofrecimiento con una sonrisa habitual, piensa que hoy Richmond no tiene precio”. ¿Recibiste muchas ofertas para comprarte el laboratorio?
—Sí. Crecientes. Tenemos un plan de largo plazo. Hemos salido a la bolsa. Somos el primer y único laboratorio farmacéutico argentino que está en la bolsa. Nos hace tener un nivel de exposición distinto. Cada cosa que hacemos debemos contarla. También nos da una posibilidad de ir al mercado de capitales, que si bien es pequeño en Argentina, es un recurso muy importante. Aconsejo a las empresas tomarlo. Si bien hay que estar con mucho orden para que nos auditen día a día, nos da algunas ventajas inmensas. Hay empresas en Argentina obligadas a invertir en el país, como las compañías de seguros, y no tienen herramientas.
—Las acciones de Richmond más que duplicaron a partir de lo de Sputnik.
—Sí, y antes también. Durante el gobierno de Mauricio Macri también subieron. Venimos creciendo constantemente.
—¿Cuánto de tu fortuna personal invertiste para poder fabricar Sputnik en Argentina?
—Lo de Sputnik fue un riesgo muy grande. Tanto de nosotros como de todos los que nos ayudaron. No tengo más que palabras de agradecimiento. Me gustaría nombrar a algunos, fue hecho sin ningún tipo de contrato, ningún tipo de seguro. No tuvimos un contrato con el Fondo Ruso, más allá que la carta de intención dice qué vamos a hacer. Pero no hay una ecuación y un precio determinado. Todavía cobramos muy poco de lo que es el costo de la vacuna y con el gobierno no tenemos relación. No sé si me va a comprar el Gobierno o no. De lo que estamos produciendo ahora, el Fondo Ruso se la debe entregar al Gobierno porque le debe. El presidente Fernández anunció también que algo iban a mandar a Paraguay. Cuando haya muchas vacunas, verán a dónde las mandan, esta es la primera etapa. En la segunda, cuando registremos este producto y otros y sean nuestros y hagamos nosotros todo el ciclo, va a ser distinto, va a ser un producto normal. Pero hemos invertido mucho sin seguro, y nos ayudaron. Soy director de IDEA. Vi movilizarse a directores de las compañías multinacionales. Por ejemplo, con DuPont o Accenture estamos viendo la forma de hacer la trazabilidad de las vacunas para futuro; empresas como Cervecería Quilmes que tienen contactos en Bélgica están buscando los tapones, que no aparecían. Todos. Incluso hasta la política. Para esto que me preguntabas antes de cómo no caer en lo que le pasó a Hugo Sigman, fui a cada uno de los actores políticos, a todos, y les dije: “Este es un proyecto para el país. Por favor ayúdenme. Esto no entra en la discusión política”.
—¿Viste a Mauricio Macri?
—También.
—¿Y qué te dijo?
—Todos me dijeron lo mismo, que están muy contentos de este proyecto. No vi a Carrió, pero sí a un diputado suyo, que también estaba muy contento con el proyecto. Eso me dejó tranquilo. Es un proyecto muy mostrable.
—Alberto Fernández visitó la planta de Richmond de Pilar cuando se anunció esa inversión de 80 millones de dólares a lo largo de cinco años, en febrero. ¿Ya estaba en tu cabeza lo de Sputnik?
—No en ese momento. Hay todo un pensamiento conspirativo en relación con esa visita. No sabía nada. Sí había hablado con el Fondo Ruso antes, mucho antes. Ellos hicieron un paneo de laboratorios y ahí terminó la relación. Nunca más me devolvieron el llamado. Cuando vino el Presidente a ver la planta fue por iniciativa del Ministerio de Producción. Era una inversión importante. Es una planta que se inaugurará dentro de dos meses, de productos de alta potencia, oncológicos. Antes tenías astronautas que debían trabajar en la planta. Hoy podemos ir así a trabajar y no nos contaminaremos. Son productos para exportar, de altísimo costo. Un lunes me llaman de Presidencia y me dicen: “El Presidente va el jueves”. Muchos dicen que ahí le conté. Pero no sabía nada.
—Diego Genoud también dice: “De acuerdo a los resultados financieros que envió a la Comisión Nacional de Valores, Richmond tuvo un comienzo de año atípico. Finalizó el primer trimestre con una pérdida neta de 103 millones de pesos contra 27 millones en rojo que había registrado en el período 2020. Sus ventas netas acumuladas en el primer trimestre de 2021 significaron 1.276 millones, un 9,3 menos que los 1.406 millones del año atrás”. Y eso que en el primer trimestre de 2020 todavía la pandemia no había afectado, y además de eso hay una inflación del 40%. ¿Hay una estacionalidad en los resultados?
—Hay estacionalidad. A principio de año bajan las ventas. También la macro ayuda, las devaluaciones no ayudan. Hay una combinación de factores.
—¿Dejar de exportar redujo la rentabilidad?
—Se recupera en el año. Año a año, cumplimos los objetivos de ventas, de rentabilidad, de crecimiento. No crecimiento por precio constante, sino por unidades y productos nuevos. Tenemos una gran capacidad de generarlos.
—¿Sputnik va a significar un salto económico?
—Hoy para nada. Según las cuentas, no nos va a dar ningún beneficio. Sí nos va a dar la posibilidad de convocar al mercado de capitales para que nos respalden para hacer una nueva planta. Será una historia distinta, porque vamos a hacer la vacuna desde el fermentado.
“Necesitamos muchas más vacunas de las que tenemos.”
Marcelo Figueiras
—¿Por qué se duplicó el valor de las acciones?
—Los mercados a veces son irracionales. Hay una expectativa buena. Creo que es real, la convalido. Haremos un hub de biotecnología, un polo biotecnológico. Dentro de la biotecnología están las vacunas y dentro de las vacunas está Sputnik. Tendrá el principio de la vacunas Sputnik, de vectores adenovirus y de las otras vacunas de ARN mensajero, cuya fermentación hasta es más fácil. Podremos fabricar para terceros y hacer desarrollos propios vía Conicet o Universidad de Buenos Aires.
—¿Habrá algo crónico en el futuro y será necesario vacunarse anualmente?
—Ahí es donde voy. Dios quiera que la pandemia termine ahora, pero la vacuna me parece que seguirá.
—Como con la gripe.
—Formará parte del calendario de vacunación. Esta toma de conciencia hizo que aumente el consumo de las otras vacunas. Nos vacunamos contra la gripe, contra la neumonía. Tomamos conciencia de que la vacuna es algo importante. Lo que aprendimos con la pandemia fue que los que vacunan son los que fabrican, y los que no fabrican no vacunan. Necesitamos un polo de desarrollo, y no de Richmond ni de MaBxience ni de Bagó, sino de toda la industria.
—¿Los laboratorios más grandes no vieron el negocio y vos como emprendedor sí?
—Están haciendo muchas otras cosas. Acá se fabrican otras vacunas para la intolerancia a la lactosa o la gripe. En la industria nacional hay de sobra esta capacidad. No abunda en el mundo, pero sí en Argentina.
—Laboratorios Richmond fue fundado a mediados de los años 30 del siglo pasado. ¿Cómo llegaste a conducirlo?
—Tuve una experiencia muy linda. Soy contador público. Hice muchos posgrados. Empecé mi carrera en un sanatorio, el hospital modelo de Vicente López, luego pasé a la distribución, apoyado mucho por el doctor Fontela Miró. Me relacioné mucho con Richmond, con Patricia Fuchs. Cuando murieron sus padres me dijo que se iría. Yo quería entrar a un laboratorio desde la distribución.
—¿Era un laboratorio chico?
—Era un laboratorio de muchos años dedicado simplemente a la anestesia y algunos antibióticos. Estaba en Moreno y Entre Ríos, una planta cerca del Congreso.
—¿Con cuántos empleados?
—Unos cien.
—Una pyme.
—Si se mira la cantidad de fórmulas farmacéuticas que se hacían en ese edificio, hoy necesitás por lo menos diez laboratorios para hacer eso. Diez laboratorios, plantas de veinte o treinta millones de dólares. El aumento de los requerimientos de calidad que se dio durante todos estos años para beneficio del consumidor, para beneficio del paciente, hizo que se tengan que segregar las plantas.
—Como lema del laboratorio Richmond figura: “Trabajamos para que la salud no sea un privilegio”. ¿Hay laboratorios más progresistas que otros?
—Los nacionales estamos en la misma dirección de pensamiento. La industria farmacéutica mundial es muy buena. Hizo que la expectativa de vida aumentara. Debería fijarse menos en el componente precio y más en el componente calidad. No es lógico que un producto para una patología extraña salga 2 o 3 millones de dólares o que tengamos que ponernos contentos porque hicimos una colecta para juntar para un pobre paciente un millón de dólares. Excede la investigación de ese producto, no es que se está pagando la investigación del producto. Por eso tenemos ese lema en nuestro corazón.
—¿Es algo cultural de los laboratorios?
—Exacto. La capacidad de fabricar un producto localmente. Lo más difícil es la materia gris que tienen los profesionales que salen de nuestras universidades. Tenemos lo fundamental. Tenemos capacidad técnica y asociativa. Hay otros países que pueden complementarnos y transferirnos tecnología, como India. En muchísimos casos logramos bajar los precios al 5% o 10% de su valor inicial. Precios escandalosos que no tienen razón de ser.
—AstraZeneca y la Universidad de Oxford plantearon que iban a vender la vacuna al costo mientras la Organización Mundial de la Salud la considerara una pandemia. En el caso de Sputnik no sé si se da una situación similar. Los chinos cobran carísimo; Pfizer cuesta más caro. Hay alguna norteamericana que también tiene una posición de venderla a un costo menor. ¿Cuál será la proyección futura?
—El precio de las vacunas evidentemente tiene que bajar. No tenemos ninguna injerencia en el precio. Es un contrato entre Gamaleya, el Fondo Ruso que financió la vacuna y el Estado nacional. Somos contratistas que desarrollamos la última parte.
—¿Le vas a vender siempre al Fondo Ruso o en algún momento vas a poder vender directamente?
—El contrato que se está elaborando a futuro es tener independencia. La independencia se adquiere cuando uno tiene su banco celular provisto por ellos. Se les paga un royalty y tendríamos la libertad de fabricar cuando queramos.
—No es un negocio para gente con aversión al riesgo.
—Eso quizás responda por qué yo y no otro. Hoy el objetivo es salvar vidas. Por eso, estamos haciendo todo lo posible para tener la vacuna nosotros.
—Cuando se analiza la cantidad de contingencias que tiene esto que vos estás planteando es comprensible que laboratorios mucho más grandes que Richmond no hayan querido meterse.
—Tiene todas las contingencias posibles.
—¿Cuántas personas trabajan hoy en Richmond?
—Más de 500, si contamos Colombia, Paraguay y Chile, casi 600 y algo.
—No deja de ser una pyme grande. ¿Cuánta gente trabaja en los laboratorios más grandes?
—Cilfa implica unos 20 mil y 100 mil indirectos. Los más grandes están por las mil personas tranquilamente. Pero en Argentina suceden muchas cosas. Hace poco me dijeron que los tapones estaban varados en Italia. Todo fue así. Durante la pandemia fue todo tremendo. Quizás hubo algún laboratorio que no tuviera al dueño operando directamente, o un gerente trabajara sin firmar nada. Nuestro compromiso está en salvar vidas.
—La empresa rusa tiene 800 mil personas trabajando y factura por un valor equivalente al 6% del producto bruto interno de Rusia. Recibió acuerdos estratégicos de colaboración y destacados inversores internacionales en 18 países por más de 40 billones de rublos, una cantidad muy significativa de millones de dólares. ¿Cómo fue la negociación con ellos?
—A través de Hetero desembarcamos en el Fondo primero, en Gamaleya. Sería como el Malbrán o el Butantán. Y el Fondo Ruso es un banco.
—¿Un banco privado, de inversiones o estatal?
—Es un banco de inversiones, es el banco soberano ruso.
—¿Como el BICE?
—No absolutamente estatal, pero es el fondo soberano ruso, imagino que debe ser estatal. Está compuesto por un montón de otros fondos con billones de dólares para invertir, que son los que financiaron el desarrollo de la vacuna. Gamaleya es la parte científica. Es brillante el nivel de intercambio, la ayuda entre investigadores. Están los discípulos de Gamaleya, gente más grande, y las científicas biólogas moleculares jóvenes que nos contaban cómo habían diseñado la vacuna. Ese intercambio es muy provechoso, muy lindo.
—En Gamaleya son científicos y el Fondo está compuesto por banqueros.
—No hay nada en el medio. Nosotros ocupamos lo que ellos necesitaban, un laboratorio. La autoridad sanitaria está muy contenta, porque alguien habla el mismo idioma y traduce las cosas. Las pone como quieren. Es muy difícil, por la diferencia cultural.
—¿Por qué los rusos se vacunan tan poco?
—En Moscú vi mucha gente por la calle sin barbijo. En los negocios, en los hoteles, en el ascensor. No tenemos todos los datos y no sé si es tan baja. Ellos dicen que vacunaron masivamente. Sacar una vacuna de Rusia era problemático porque estaban vacunando. No me parece que hayan vacunado tan poco. Se percibe tranquilidad en el pueblo, por lo menos en Moscú. Lo que se ve es que no había el susto que tuvieron en otros lugares de Europa hasta que empezaron a abrir.
—¿Qué te decían en el Instituto Gamaleya?
—Que están haciendo vacunaciones masivas, que no hay ningún problema. Por supuesto, como pasó en Estados Unidos hay gente que no se vacuna.
— ¿Notaste algo que podrías definir como comunista en la negociación con Gamaleya o el Fondo?
—Comunismo nada. No vi nada que se parezca a comunismo, y menos caminando por Moscú. Es una ciudad pujante, increíblemente linda. No hay mucha diferencia con caminar por las mejores ciudades de Europa o Estados Unidos. En el trato quizás sean muy serios al principio. Los argentinos estamos acostumbrados a hacer más chistes o tratar de distender, romper el hielo. Nos encontramos con una pared. Pero cuando uno entra en confianza, se brindan mucho y aparecen estos tipos de acuerdos que son muy a largo plazo. Las cosas van saliendo. No tengo más que palabras de agradecimiento. Cumplieron todo lo que dijeron. Mandaron muchas vacunas también.
“Argentina necesita establecer una burguesía nacional.”
Marcelo Figueiras
—¿Notaste una sociedad pasional?
—Me llamó la atención la seriedad que uno se encuentra, y luego la emotividad. Y cómo la quieren a Natalia Oreiro o cómo les gusta el fútbol. Nombran a nuestros jugadores. Están informados sobre Argentina.
—¿Conocías Rusia?
—Había ido a negociar hace muchos años para exportar y no llegamos a registrar productos. Pudimos hacer acuerdos, pero no llegamos a registrar. Fue hace casi veinte años.
—¿Qué cambio encontraste desde la Perestroika hasta hoy?
—Creció mucho. La cultura generó gente más abierta. Se occidentalizó muchísimo.
—¿Sputnik es una herramienta geopolítica y un espaldarazo para Rusia?
—Sí. La ciencia rusa siempre estuvo en lo alto. Pero con esto tiene gran visibilidad. Sí noté el agradecimiento que tienen con Argentina por haber sido el segundo país que autorizó el uso de la vacuna Sputnik de emergencia. El otro fue Bielorrusia, un país más cercano. Esto los posicionó, porque las pruebas de campo que se están haciendo demuestran que es una vacuna que tiene un alto nivel de eficacia.
—¿Cómo analizás todo el debate en torno a Pfizer?
—No conozco más de lo que dicen los diarios. Lo fundamental fue la escasez de vacunas, de insumos. Como nos pasa a nosotros, se nos embrolla todo y uno no sabe bien qué pasó. En principio fue la escasez de vacunas, porque en ese momento no se exportaban y las que se enviaron al exterior fueron muy pocas. Se dijo que llegaban a Uruguay o a Chile. Fueron muy pocas.
—¿Cuál es el “ethos” de Pfizer como laboratorio? ¿Es la Ferrari, Ford?
—No, Pfizer es uno de los laboratorios del principio del origen de la industria farmacéutica americana y uno de los más importantes del mundo. Es un gran laboratorio. Tienen mucha innovación. Invierte mucho en investigación. Cotizan en bolsa.
—¿Los abogados de Pfizer son especialmente duros?
—¿Con nosotros?
—Con todos.
—Plantearon condiciones que tenían que ver con la rapidez de la aprobación de la vacuna. Al principio hubo elementos para discutir en un contexto de pocas vacunas.
—¿Tenía una tradición de exigencias inmodificables?
—No conozco el tema. Pero creo que estas exigencias se plantearon en la pandemia. No vi este tipo de exigencias en otros momentos, con otros productos y en otras etapas. Tiene que ver con la rapidez de la aprobación.
—¿Cómo es tu relación con Hugo Sigman?
—Muy buena. En la Cámara con él y el resto de los laboratorios me enviaron una felicitación y apoyo. Cuando hablé de las empresas de IDEA, olvidé a los laboratorios de Cilfa. Tengo un mensaje muy lindo de Sigman donde me dice que está muy contento de que hagamos un hub de vacunas para exportación, también de Roemmers, de los Bagó, de Raffo ayer mismo, del presidente de Cilfa. Leía lo de “guerra de vacunas”. No puede existir tal cosa, porque todos queremos lo mismo: que venga la mayor cantidad de vacunas posible. Necesitamos muchas más de las que tenemos. Si mañana viniera una cantidad enorme de vacunas de Pfizer, de Moderna, se me quitan toneladas de estrés y de problemas. Puedo seguir trabajando con más tranquilidad en nuestra producción.
“El poder de lobby de los laboratorios es una leyenda urbana.”
Marcelo Figueiras
—¿Le explicaste eso a Macri cuando lo viste?
—Fueron charlas muy cortas. Con él, con Patricia Bullrich. Tuve un muy buen encuentro con Carmen Polledo, en la que era la comisión del Senado y de Diputados. Les di el contrato que había firmado con el Fondo Ruso. Se quedaron muy conformes. Todos me dijeron que iban a apoyar en este proyecto. Después, está la misión del periodismo. Tiene que investigar, que desconfiar, no tiene que dar cosas por sentadas. Hay veces que las teorías conspirativas son muy verosímiles. No está mal que se hagan. Lo que hay que bajar es la desesperación: confiar, querernos más, no tirarnos tiros en los pies. Eso no quita que existan discusiones. No tenemos que estar de acuerdo en todo.
—Parte de lo que se dice es que Hugo Sigman es cercano al presidente y vos a Cristina Kirchner.
—Fue muy gracioso. Vi una foto en la que parecían dos equipos de fútbol. Algo insólito.
—¿Cómo es tu relación con Cristina Kirchner y con el kirchnerismo?
—Prácticamente no tengo relación con Cristina. Estoy muy cercano a la política por una cuestión familiar, por María Laura Leguizamón.
—En tu cuenta de Twitter pusiste una foto acompañada por un hashtag que dice “No a los atentados”, en respuesta al episodio del local de La Cámpora en Bahía Blanca. La mayoría de los empresarios no están preocupados por subir tuits relacionados con estos temas. ¿Cuál es tu relación con la política? ¿Votaste por el peronismo? ¿Por Alberto Fernández?
—Ese tuit nació de un grupo de empresarios que decidimos expresarnos en contra de esto, no importa si es La Cámpora. Expresarnos es estar en contra de la violencia. Hay mucha gente en Argentina cansada del desánimo. Tenemos que fomentar entre todos los que tengamos buena voluntad y que queremos que nuestros hijos crezcan y vivan acá una institucionalidad, ser pacíficos, aun en el desacuerdo.
—Se te asigna un vínculo con Amado Boudou y Cristóbal López.
—No tengo vínculo con Cristóbal. Le vendimos una empresa, Finansur.
—¿Y con Boudou?
—Tuvimos la relación de un empresario con los funcionarios de turno. Vino a la planta. Vino a la planta de Pilar, que se inauguró cuando era presidenta Cristina, jamás saqué la foto de Boudou que tengo en el escritorio con Cristina inaugurando la planta. Como con muchos otros.
—¿A Alberto Fernández cuando lo conociste?
—Es conocido de muchísimos años de María Laura. Lo conocí circunstancialmente. Alguna vez lo crucé socialmente en Noticias. Como presidente lo vi varias veces.
—¿Cuál es tu valoración de Alberto Fernández como presidente?
—Alberto Fernández es el presidente de la pandemia. Asumió y explotó una bomba. Intenta vacunar para salir de este desastre y que empiece a relanzarse la economía. Más allá de las críticas que uno puede hacerle, se encontró con una tragedia que manejó rodeado de científicos y de gente que supo hacer las cosas. Con el diario del lunes puede hablarse de cuánto duró la cuarentena, pero no dudo de la buena voluntad y de que es la primera persona que quiere que nos vaya bien. No lo digo porque lo defiendo. Si estuviera Larreta diría lo mismo. Le tengo un cariño especial porque lo conozco, sé que es una persona de bien.
—¿Cómo fue tu experiencia con el diario “Crítica” de Jorge Lanata?
—Fuimos socios. Íbamos a ser muchos socios y me quedé solo. Fue una experiencia magnífica. La prensa, con todos los errores que pueda tener, es un pilar fundamental de la democracia y de la república.
—Cuando se critica a unos y a otros somos todos directores técnicos.
—Pero con un agravante en Argentina. Si vas a Italia, ves cómo el señor insulta al jugador, después hace un gol y le dice que lo ama, hablando de fútbol. Nosotros nos castigamos mucho. Y nos gusta o no. Lo descalificamos en función de que diga lo que yo pienso o no. Ese es el gran problema argentino.
—¿Cómo evaluás la evolución ulterior de Lanata?
—Vi que era una persona convocante. Todo el mundo quería trabajar con él, tener esa experiencia. Fue algo muy lindo. El que no tenía experiencia era yo. Si hoy tuviera ese diario, si pudiera recrear eso, sería magnífico, precisamente por la experiencia. No contaba con la experiencia que podía haberme llevado al éxito, más allá de la coyuntura política. Alberto Fernández era jefe de Gabinete y no se llevaba muy bien con Crítica.
—¿Y los medios durante la pandemia? ¿Nos equivocamos mucho?
—En lo que respecta a esto de la vacuna, se está tratando con mucho respeto. El medio no escapará a la situación general, a la desesperación, la ansiedad, la angustia, las ganas de que mañana termine esto. A querer buscar la explicación de por qué estaba Pfizer o por qué no. Puede haber errores en esa búsqueda y en esa desesperación, como se equivoca la sociedad. La solución argentina es mucho más fácil de lo que nos parece, de lo que pensamos. Nos falta sentarnos cien personas a dialogar y a entender que no hay que ponerse de acuerdo, hay que disentir con respeto y consensuar ciertas medidas. No se puede estar pendulando de una cosa a otra en lo económico, en lo político, y siempre echándole la culpa a la persona de turno. La primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, quizás en Argentina estaría procesada por los disensos.
— ¿Cómo describirías quién es Marcelo Figueiras?
—Es una persona inquieta, a la que le interesa hacer cosas que beneficien a la sociedad, estar con su familia, con sus amigos, que quiere dejar una huella, trascender, hacer cosas. Todo eso.
—En la presentación con Vladimir Putin estaban presentes los distintos países donde se estaba fabricando o a punto de fabricar. Todos eran países del Brics. India, China, obviamente Rusia, Brasil. También Corea, una gran potencia, y Eslovenia. ¿Por qué en Brasil hubo problemas iniciales que hacían que no aprobaban ni el uso y ahora aprueban la fabricación?
—Es netamente un tema político que se mezcló en el tema de salud. Tenemos la suerte de contar con un Instituto Nacional de Medicamentos, Anmat, pionero en el mundo. Fue uno de los primeros que entró al organismo de armonización de organismos de control que tiene sede en Ginebra. Está reconocido y es totalmente despolitizado.
—¿Esa sería la diferencia con Brasil?
—Sí. Me animo a decirlo porque lo viví.
—Brasil tiene una industria de vacunas muy grande.
—Cuando me preguntaban si la vacuna Sputnik era segura o no antes de aparecer en The Lancet, lo que contestaba era: “Si Anmat dice que es segura después de haber ido a ver a Moscú, lo es cien por ciento”. En Brasil, incluso en el último viaje, había desentendimientos según los inspectores tuvieran una simpatía u otra.
—En tu cuenta de Twitter posteaste un artículo de la periodista Nora Bar, en la que se relata la controversia entre “The Lancet” y Gamaleya sobre Sputnik. Bar dice: “Incluso quienes confían en la fórmula desarrollada por el Instituto Galameya coinciden en que sus papers o los de la mayoría de las otras, puestos bajo la lupa, pueden contener algún error. En ese caso, dice el biólogo molecular Ernesto Resnik, más que una crítica al protocolo, el artículo en realidad pone en tela de juicio el proceso editorial de “The Lancet”, porque errores en los números se cometen todo el tiempo y para eso está en la revisión entre sus pares”. ¿Cuál es tu visión sobre la controversia geopolítica en torno a las vacunas?
—The Lancet es una revista muy seria. Nora, que es una gran periodista, señala que Resnik critica a la publicación. Hay mucha gente que dedica su trabajo a publicar las publicaciones. Y en el caso de Sputnik, una de las cosas que criticaban era que no se habían aportado datos crudos. La respuesta fue que tampoco se les pidió a otros. Ahí empieza una discusión política.
—¿Científica o política?
—Hay política. En todo hay política. Acá también. Pero era una discusión más referida a la revista que a la vacuna. A Sputnik se le pidió mucho más que a otros.
—¿Hay hipocresía en que no se la haya aprobado en Europa?
—Es inminente la aprobación en Europa. Hay países como Italia que ya dijeron que la aprobarían si no se hacía globalmente. Seguramente falte entregar alguna información. Es este problema o esta cosa geopolítica que hace que uno tenga una forma de informar y el otro requiera otra. Hay desconfianzas que hacen que se atrasen los procedimientos. Pero va a ser aprobada.
—Un informe de Cilfa, la cámara que agrupa a la industria farmacéutica argentina desde el año 2018, indica que: “A diferencia del resto de los países de la región, más de la mitad del mercado de medicamentos está abastecido por empresas de capital nacional”. La semana pasada, el ministro Ginés González, en este mismo espacio de reportajes incluso avanzó más, dijo: “Nuestro compromiso es garantizar el acceso de medicamentos de calidad seguros y eficaces a precios accesibles a casi dos tercios del mercado de medicamentos”. ¿Por qué se pudo dar eso en la Argentina y no en países con mercados más grandes como México o como Brasil?
—Hace mucho, la industria farmacéutica argentina comenzó a trabajar y se unió a través de una cámara muy fuerte que se formó hace muchísimos años y luchó por los intereses de la accesibilidad de los pacientes a los tratamientos, de la fabricación local, de la exportación, y se internacionalizó. A los pioneros de esta industria los ves desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Influyen incluso en México, Brasil. Lograron regionalizarse. Es lo que intentamos hacer los que venimos después. Es el único camino para hacer crecer a Argentina. El ejemplo de la industria farmacéutica nacional es incrementar la producción de materias primas, que no se logra por la escala. Hoy hasta la aspirina se produce en India. A veces nos es mucho más barato comprar la materia prima, hacer todos los procesos de desarrollo del producto aquí que crear la entidad química nueva o un proceso nuevo.
—Argentina tuvo premios Nobel de Química, de Física, en la primera mitad del siglo pasado. Los laboratorios son herederos de un país que había desarrollado la ciencia cuando era la séptima u octava economía del planeta en la primera mitad del siglo pasado y hoy cosecha lo que sembraron nuestros abuelos a principios del siglo pasado. Otra hipótesis es que el poder de lobby de los laboratorios es espectacular y que se mostró, por ejemplo, en la lucha con las patentes en los años 90. ¿Cómo describirías al mercado de los laboratorios?
—Hay mucho más de la herencia de todos estos premios Nobel. Los monoclonales fueron inventados por César Milstein. Hay una tradición académica. El poder de lobby es una suerte una leyenda urbana. En Argentina tenemos una muy buena ley de patentes, que difiere de la de otros países donde se patenta todo y después se discute y después se litiga. Nosotros podemos patentar productos que son verdaderas innovaciones, que tienen inventiva, capacidad de aplicación industrial. Se luchó para llegar a una verdadera buena ley de patentes que es básica para el desarrollo.
—Hay versiones sobre un lobby en contra de Pfizer a favor de Hugo Sigman y una decisión ideológica del gobierno argentino de no querer el ingreso de vacunas norteamericanas.
—Es ruido, ansiedad y angustia. Se mezcla todo eso en la desesperanza. De ninguna manera puedo pensar que alguien o el Gobierno no quiso esta vacuna y quiso la otra. Casi te puedo asegurar que quisieron que vengan todas las vacunas posibles. No digo que no se hayan cometido errores o que hubo una falta de timing que hizo que en función de la falta de producción se retrasaran unas y otras no. Pero de ninguna manera creo que pueda haber un componente ideológico en la venida de vacunas.
—¿México fue cooptado por sus vecinos de Estados Unidos? ¿Nos benefició estar más lejos?
—México tiene productos patentados que no fueron innovaciones.
—Que un laboratorio patente un producto que no es una innovación cierra el mercado de ese producto.
—Estoy de acuerdo con la protección de patentes para una verdadera innovación. El que inventa gasta su tiempo y su dinero para tener un producto nuevo. Cuando termina ese período, para seguir incentivando la investigación tiene que terminar con ese monopolio. Si no se transforma en un monopolio malo.
—¿Qué cosas están patentadas en México que en Argentina no?
—Se puede patentar un segundo uso. Se inventa un producto que servía para el dolor de cabeza. Terminan los veinte años de patente y luego descubro que sirve para otra cosa. En realidad, lo sabía de antes. En la Argentina hubo productos con protección de patentes de más de ochenta años Si no era una cosa, era la otra. Los jueces, cuando no se habían reglamentado bien estas directrices de patentamiento, daban cautelares por el color de la píldora del producto. Recuerdo que estaba en un juzgado por un producto de VIH y apareció Ginés González, en la gestión Kirchner, defendiendo ese producto que era viejísimo, pero que todavía había una protección de patente del color o de la forma de la píldora y no dejaban dárselo a pacientes que tenía VIH. Hablamos de vidas, y de gastos que ya no se pueden afrontar. Hay un caso muy puntual y concreto, un producto para la hepatitis C que hemos lanzado, que pasó de costar 120 mil dólares a 4 mil y con eso se pudieron salvar los primeros 3 mil pacientes. La hepatitis C era mortal y ahora se cura. Lo hicimos con desarrollo propio y respetando la patente. Pero esta lucha se da en Europa también. El evergreen, no dejar el monopolio constante. Había un monopolio bueno, que protege la investigación, y un monopolio malo que es el que se extiende. Para eso está la industria del genérico. Cuando vence la patente, sacar el producto para que el investigador siga investigando. Hoy esa línea está difusa porque el que era innovador hace genéricos. Los que hacíamos genéricos ahora también hacemos innovación. Nosotros estamos haciendo investigación básica con productos para tuberculosis con el Conicet.
—María Laura Leguizamón, tu señora, fue legisladura durante 25 años. Del partido peronista.
—Peronista. Y que creo que es una de las mejores políticas que hay Argentina. Una mente brillante desde joven.
Con Lilita, con Macri, con un montón de gente, viajó al exterior hace ya muchos años. Es una de las personas más inteligentes y constructivas conocí, Si todos los políticos fueran como ella, este país sería mucho mejor. Quiero mucho a la política por esa cercanía. Ella es muy cercana a Cristina en términos de cariño, afectivos. Pero es absolutamente falso que haya algún tipo de acercamiento en cuanto a las vacunas.
—María Laura Leguizamón fue diputada y senadora de 1993 hasta 2017, Fue la legisladora más joven en su momento. ¿Cuánto su mirada política contribuyó a que le pusieras foco a este tema?
—Con María Laura aprendí a querer la política. Hay política o hay guerra. La política es esa ciencia, ese arte, que tiende a que la sociedad esté mejor. Los políticos son buenos. Por supuesto, que hay malos políticos, malos periodistas, malos laboratoristas. Aprendí a acercarme no desde la descalificación. Si uno quiere crear valor o empleo, quiere crear riqueza, tiene que estar cerca de los que tienen que dirigir y ayudar a que les vaya bien.
—¿Te enamoró eso?
—Es una inteligencia superlativa. Nos casamos en el 2013 después de cuatro o cinco años de relación. Viene mucha gente a mi casa y juego a decir muchas cosas, tengo esa libertad. Uno de mis mejores amigos es Guillermo Montenegro, el intendente de Mar del Plata. Es el padrino de una de mis hijas. El gran problema argentino es la falta de diálogo.
Como te escuché un día; pasaron todos los economistas, keynesianos, no keynesianos, liberales, no liberales y somos un desastre.
Nos va mal. Me parece que pasa por otro lado. Los ciudadanos debemos entender que somos nosotros los que tenemos que cambiar al país y no echarle la culpa siempre al que está de turno.
Producción: Pablo Helman, y Debora Waizbrot.
Nota en Perfil, 5-6-2021.